2 cuentos y 14 poemas alegóricos
POR ALFREDO ASCANIO
Reconstruyendo recuerdos
Prefacio
Dos cuentos y 14 versos alegóricos es un pequeño libro de mis poemas
que comencé a escribir en la década de los años 50s, cuando era un estudiante
de medicina en Santiago de Chile.
Decía el poeta venezolano Pascual Venegas Filardo, (Premio
Municipal de Poesía), que estos poemas demuestran el dominio de la palabra
enlazada en la expresión estética, es decir un lenguaje puro y armonioso para
construir misteriosos paisajes elaborados en un desconocido laboratorio, donde
se diseña lo que el escritor nos desea comunicar de una manera emotiva.
A manera de Prólogo
Alfredo Ascanio nos presenta literalmente este conjunto de poemas
colmados de la originalidad que sólo puede existir en un orfebre profesional de
la palabra; asimismo y de forma por demás ingeniosa, nos va llevando hábilmente
por este cuerpo literario, tejiendo sentimientos, desde el verso fresco,
tierno, hasta el más fuerte, emotivo y maduro sin mayores reservas.
Alfredo se entrega de manera singular sin el menor remordimiento,
se deja caer desde lo que pareciera un abismo, cuando a su vez nos entera que se halla en el más seguro y
reconfortante estado creativo, demostrando con ello su hermosa habilidad en el
oficio.
Es de celebrar su cálida pero intensa brevedad en este soltarse fluyendo cual si fuese un río,
a base de imágenes sutilmente contundentes que nos muestran un cauce y una
causa al mismo tiempo; nos da la oportunidad de soslayarnos en cada verso, sin
prisa alguna, y nos permite también ese estarse en pleno disfrute hasta ir
haciendo nuestros cada poema contenido en este compendio. De ahí, que nada como
el irse debatiendo letra a letra hasta terminar rítmicamente agradecido con el
hacedor, el poeta, que no rebusca ni indaga, sino encuentra lo deseado porque
se sabe cierto, el Alfredo Ascanio que se brinda total para ser descubierto,
porque así lo ha decidido y qué bueno.
Lancémonos gozosos, entonces, sobre lo escrito seguros de que no
habrá nada dentro de este inmenso e intenso reto de qué arrepentirse.
Mario Islasáinz
poeta mexicano
del grupo Palabra sobre Palabra
Alegorías para un sueño infantil
I
El potro de la noche comenzó a galopar sobre el
crepúsculo y mil soldados de plomo cincelaron cien estatuas de ruidos con sus
barrocos tambores de frambuesa.
II
“Marchemos –susurraron- al castillo fantasma en
búsqueda del misterio de los duendes azules”.
III
Una bruja de trapo, que conocía el mundo de las
flores, les había señalado el camino: “ más allá de la Vía Láctea, donde la
luna de papel satinado cabriolaba con los ciervos del bosque, que llevan en los
cuernos el trinar las aves”.
IV
Y la noche siguió prendida de tulipanes de luz
y de sombra en la piel de las cosas. Galeones de papel lustrillo se apropiaron
del viento y fueron remontando los caminos astrales de cristal y de azúcar.
V
El huracán comenzó a destilar sus gemidos y a
sonar sus crótalos grises, pero la luz resplandeciente rozó los párpados del
niño y encendió los primeros candiles del alba.
Cuento para leerse en un minuto
I
Una mañana de sol calcinaba su frente tibia.
Todas las abejas del mundo vinieron a dulcificar su ser. Yo la conocí llorando.
Ella llevaba en su mirada el suspiro del viento palpando los bambúes .
II
Una liebre azul esculpió su carácter en una
roca ígnea con la piel de una garza. Y fue
una tarde triste, como ella. cuando la
danza ritual de las almendras cubrió de orquídeas sus pupilas.
III
Era la hora de tejer el escarpín rosado. La
misma hora en que las hormigas llegaban
a las corolas de las rosas y con una tijera de plata recortaban la silueta de
los escarabajos.
VI
Había llovido bastante aquella noche. Al
amanecer, los cristales de una basílica inmensa transformaron al sol en caramelo.
Era imposible hablar con ella, como lo era también hacer una piñata de
amaranto.
V
Conocía el lenguaje de los sauces salvajes y la
dulce palabra de los niños que gustan enterrar alcayatas en la garganta
esférica del lobo.
VI
Tejer no era fácil, era más fácil encontrar
corales prendidos en la frente de los caracoles. Ella meditaba: “cuando nazca,
atará las estrellas en la cumbre de un araguaney y regará mastranto por mi
casa”…pero no fue posible.
Te recuerdo
I
Te recuerdo al contemplar indiferente la lluvia
en la montaña.
II
Te recuerdo en la silueta ondulante del trigo,
de espaldas contra el viento.
III
Te recuerdo tantas veces bebiendo madrigales,
modelando la sombra que recoges del árbol, tejiéndole a tus libros su edredón
de misterios.
IV
Te recuerdo en las cosas sencillas: en el libro
antiguo, en las plantas silvestres, en la rebeldía de los sindicatos, en el
salero, en los cuentos de duendes y princesas románticas.
Abstracción
I
Yo te arrojé de mis sombras hacia los
desfiladeros donde el viento nos envuelve y nos despeina.
II
No puedo, no quiero como el río Guaviare
devorar la pezuña de los tristes felinos que buscan por el mar un barco roto.
III
Yo vi el gorrión para tu cuerpo naufragar más
allá de la tromba marina, donde se nos doblega a la muerte, que nos grita: “¿para
qué componer la piel del agua?”
Silencio
“Esta noche estoy triste como un poema veinte”
Lucila Palacios
I
La tristeza es el río de las lágrimas que no
conoce la quietud del delta, ni la voz de la sombra enardecida, ni el vientre
tierno de las parturientas.
II
Es el poema de la tarde triste, es tener
golondrinas en la mente cincelándote el alma.
III
Por eso, Lucila, eres igual a ese poema veinte,
la tristeza te embarga en Isla Negra con Neruda mirándote de frente.
La silueta de tus ojos
I
Tú no quieres soldar tus palabras en el rostro
del manto verde, porque presientes que desde muy temprano volarán los recuerdos
a tu alcoba.
II
Encontrarás a tu espalda el símbolo sagrado de
las rosas y con la rama de los abetos fabricarás una antorcha estival en el
capitel de tus recuerdos.
III
Para que las mariposas monarcas se confundan
con el ocre de tus ojos, es necesario que mueran en las montañas.
IV
Corre y busca rápido sus retratos en el rio
para rescatar tu imagen al pie de los volcanes.
V
Todavía recuerdo al duende que nos habló de la
niebla y de la noche, y desde entonces vimos tu silueta junto al muro, sin
encontrar la música estratégica de los bosques.
VI
Cuando llegue la tarde, volarán en tus manos
las luciérnagas, y así estaré seguro que el color flamante de tus ojos quedará
en las plazas como estatuas, para inhalar el silencio de las cosas sublimes.
Voy a inventar
I
Voy a inventar una naturaleza absurda que se
opone al vuelo de las mariposas y al libar de las ocres abejas almendradas.
II
Voy a inventar una naturaleza guerrillera,
armada hasta los dientes, con sus flores carnívoras que devoran insectos con
sus coloreados pétalos y sus olores atrayentes.
III
Voy a inventar una naturaleza perversa, que nos
queme las manos para producir alergias agobiantes.
IV
Voy a inventar una crisis natural que afectar
al camino rocoso y al sendero de arenas, que
si pueden soportar el vendaval con sus paraguas amarillos.
V
Voy a inventar una naturaleza que rompa el
equilibrio ambiental y pueda perforar la biosfera, para luego encaramarse en el
potro calcinante del aire enrarecido y de las aguas imperfectas.
Poema Azul
“Venimos de la noche
y hacia la noche vamos”
Vicente Gerbasi
I
Yo vi la noche transportar en su espalda el
origen del hombre bajo un diluvio sideral de campanas y peces migratorios.
II
Alrededor de los címbalos sagrados fue haciendo
crecer el viento y fue llevando las horas y el olvido por las calles sembradas
de juncos. En su acento germinó la palabra.
III
A las ocho, la muerte se vestía de galápago y heno para dictar
sentencia en el pergamino de los alcornoques.
IV
Es lo mismo nacer o haber nacido si todas las
noches contamos más estrellas en la piel de los pájaros.
V
Yo vi la noche transportar en su espalda
secular el origen del hombre y plantar su misterio en la pupila de un olmo
inmenso como el vértigo.
VI
Entonces, debemos dejar sembrada alguna hiedra
en la cima de un búfalo o penetrar en la montaña desde el alero mismo de la
casa.
Poema en re mayor
I
Estuve caminando debajo del océano, mi amada me
acompaña vestida de amarillo.
II
El mar nos ha embriagado de azul fosforescente,
más allá de sus ríos de sus constelaciones, mi amada me acompaña vestida de
amaranto.
III
Cubierta sensiblemente por la alquimia marina,
sus ojos derretidos ultrajando corales, contando caracoles con sus senos
etéreos, sonriéndole a las piedras musgosas de salitre, desligando sus manos de
la flora telúrica, bebiéndose la imagen de los peces pequeños.
IV
Persiguiendo a los líquenes erizada de gritos,
sirviéndole de auriga a caballos marinos, perdida en el laberinto de los
caracoles, sentándose en las piedras carcomidas de embrujos, mirándome a los
ojos con pestañas de espuma.
V
Naufragando su barco dentro de mi retina,
inhumando cadáveres de algas arponadas, besándome con labios efímeros del
sueño, despertando sonriente con el rugir marino, mi amada me acompaña vestida
de amarillo.
Estudio No. 1
“Tomamos el rumbo
de los viejos puertos he hicimos
flotar sus anclas en las estrellas
y en los vinos y en las noches”
Rubén Osorio Canales
I
Quiero esculpir un canto con la playa en la
mano, de Tacora a la Antártica
derretida en sus hielos, con los párpados rotos
de hilvanar tus paisajes.
II
Quiero esculpir un himno que desgarre el rumor
de las olas, que llegan hasta la orilla con tu orquesta telúrica que mastica
las piedras.
III
Entonces, déjame aquí en el cauce, debajo de
tus ríos, derretir mi retina con la estrella del norte que ilumina tus islas.
IV
La Rosa de los Vientos estiró sus agujas más
allá de tu piso agrietado, me estuvo dibujando tu rota geografía, se cansó de
llenarme los bolsillos de puertos.
V
Escucharás ahora mi canto ensordecido, pesado
de sollozos, como una campana derretida, como una manzana ahuecada por dentro,
como un espejo cóncavo sin sus puntos focales.
VI
Estoy más triste que una orquesta de grillos,
que un coral solitario en una isla inmensa.
VII
Buscaré el laberinto de los ríos pequeños y en
cada espiga suya dejaré mis recuerdos.
Teorema para la reconstrucción de un recuerdo.
I
Más
que un soplo de vida, una ciudad oculta, donde jamás los líquenes pueden contar
anécdotas.
II
Donde
no hay sino un puñado pesado de carbones y un ambiente primario de afrechos y
moléculas.
III
Vengo
del mundo de los torbellinos, combatiendo minutos con espadas sonoras.
IV
En
la mañana tengo una luz incipiente, un primer principio de la primavera, y una
montaña insólita que nace entre geranios.
V
No
me preguntes de la ciudad doliente, la que puede acarrear los cristales de
todos y prender mil penachos de incendios forestales.
VI
Frente
a una ilusión de aire persistente, de nada sirve que una avenida entera sienta
el aliento de sus peatones, como si fuera limo de escorias agotadas.
VII
Una ciudad no es lecho para dejar
aceros, ni una vela encendida que sople el horizonte, porque las plazas tienen
su sencillez de alcurnia y todas las calles su almizcle perfumado.
Reminiscencia
I
A cada encuentro con tu rostro, con tu rostro
gótico como un escudo antiguo.
II
Como un guijarro roto, como canción de ola
soplando caracoles.
III
Donde se incorpora el eco de tu canto con un
sonido ronco de templo, de pirámide, de mar envejecido por la ruta del viento.
IV
Donde los cuervos salvajes dan nacimiento a la
vendimia, donde todo parece musgoso y carcomido como la brisa estival que
arranca de tus sienes.
V
A cada encuentro, a cada encuentro con tu
rostro vetusto de piedras arqueológicas, me parece que el tiempo se ha detenido
allí, a tu costado, para contemplar el perfil de tus nubes mohosas.
Preludio
I
Estoy volviendo a revivir todos los paisajes
que nacen de mis ojos.
II
Tu pelo recoge las espigas de una estancia de
invierno, encuentra a su paso las ortigas con un temblor de lluvia y se apropia
de las místicas olas que le ofrendó la playa.
III
Por eso, a veces, tu espíritu modela sonrisas
bajo un cielo gigante o cuenta las bodegas de los barcos fantasmas que atesoran
sonidos mordidos por las sombras.
IV
Tu pelo recoge las espigas en un espejo cóncavo
frente al Ávila inmenso,
mientras tu corazón izado de álamos ilumina las
hiedras de tus islas.
Silencio
“La vida
no es la vida
sin su
voz en las venas”
Ofelia Cubillán
I
La vida,
Ofelia, es como esos pájaros libres de monótona vibración de ala.
II
Es como
el susurro incierto de dos gorriones con miradas pálidas.
III
Por eso,
Ofelia, prefieres la soledad de la
sombra y del lirio en la montaña.
IV
Y eres
igual a esas gaviotas que escudriñan el aire y arriban a los puertos con el
alba.
Asuntos
“El amanecer entibiaba
el círculo del horizonte
y las nubes se estaban
recalentando como hogazas”
Derek Walcott
I
El dormir de las nubes
sobre el nido del viento.
II
II
La frágil existencia
sensorial del espejo.
III
III
El correr por los
campos con los pies del silencio.
IV
IV
La indómita rareza de
un lucero despierto.
V
V
Descubrir en los ojos
la tristeza de un niño con los brazos abiertos.
VI
VI
El cantar fragmentado
del cocuyo con la luz del desierto.
VII
VII
El salvar la distancia
con muletas de acero.
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